La espiritualidad de los petroglifos

Tengo un amor especial por la espiritualidad de la naturaleza. Puedo cantarle al agua, al aire, al viento, al fuego, a la tierra, y meditar en ellos. Amo la naturaleza, aunque en ocasiones sus fuerzas me producen temor.

 Digo esto porque una mujer norteamericana embellecida por la vejez se fascinó con los petroglifos de Ángel exhibiéndose en San Juan. Adquirió el de la “Mujer de Caguana” y comisionó uno más pequeño de la “Piedra Escrita”. Quiso que fuéramos a su casa a verlos colocados y opináramos. La “Piedra Escrita” estaba en la pared de la puerta de entrada. Luego nos llevó a su cuarto y en medio de la pared de la cabecera de su cama de pilares estaba la “Mujer de Caguana”. Quedé impresionado. Sentí la vibración indígena-natural y me pregunté cómo sería dormir allí.

Reconstruyendo nuestra habitación en Cupey, que nos sirvió de refugio ante la ira de María, recordamos la experiencia con los petroglifos. Como teníamos el original de la “Piedra Escrita” y el de “Atabeira”, los colocamos en el cuarto. “Atabeira” en la pared, en la cabecera de la cama, y la “Piedra Escrita” en la pared del patio.

Nuestro querido amigo Neil nos había conseguido la cama de pilares de sus abuelos, Don Edelmiro Soldevila Pérez y Doña María de los Ángeles Nín Ruíz, sobrina-nieta del patriota Segundo Ruíz Belvis. La cama es de caoba puertorriqueña del 1935, de la Fábrica y Mueblería Dimas, de San Juan.

 Todo combinó a la perfección, y no me canso de mirar la habitación. Descansar, dormir refugiado bajo las imágenes de “Atabeira” y de símbolos grabados en piedra apaciguan mi espíritu.




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