Pedazos de decrepitud

“Pedazos de decrepitud”, Tríptico, lápiz y acrílico sobre papel, 64” X39”, 2010 es una obra impresionante de Ángel que le para pelos a cualquiera con mínimo grado de sensibilidad, lo que no quiere decir que le guste. Y mucho menos el título, que en una cultura y sociedad que ensalza la belleza del cuerpo joven, preferiblemente de mujer, y que ve como ofensa hablar sobre la vejez cuando la describimos como lo que es – un estado de decrepitud- hablar de “pedazos de decrepitud”, de ese estado de “…disminución de las facultades físicas a causa de la vejez”, como lo define el diccionario de la RAE, es un insulto.

El todes, del todos, todas y todes, es el dialecto del feminismo para desarrollar el lenguaje inclusivo frente al exclusivo masculino. Sin embargo en el caso de los viejos, viejas, no es un asunto de género solamente en el lenguaje, es también de existencia. Sobre esto Ángel expresó lo siguiente en una revista española para viejos, viejas: “Las palabras gerontofobia, aversión a los viejos y a la vejez, y la palabra gerontofilia, amor a los viejos y a la vejez, no existen en el diccionario de la RAE. Sin embargo, vivimos en sociedades gerontofóbicas en las que rigen el culto al cuerpo joven,… y en estas sociedades también conviven, al margen de la normativa social, los gerontofílicos, que nos caracterizamos por un genuino sentimiento de amor por la vejez”.
La belleza de los cuerpos decrépitos, palabra que debemos reivindicar, de viejas, viejos, radica en el hecho de que es una expresión que se refiere a la vida misma, de cómo las huellas, que el pasar del tiempo dejan en el cuerpo narran una historia bella. Es otra belleza que en la sociedad y la cultura aún no se reconoce.
“Pedazos de decrepitud”, como todos los otros dibujos sobre la vejez, responde a la creencia y autenticidad en el arte de Ángel de reivindicar de manera absoluta y honesta el cuerpo en la vejez. Son dibujos hechos libres de todo contexto social y cultural moralizante.
Contemplar sus dibujos se convierte, entonces, para una persona vieja como yo, no, solamente, en una contemplación de la maestría en el arte del dibujo, sino también en una experiencia de liberación.



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