Figuras distorsionadas



La fascinación de Ángel ha sido, y es, la figura humana en la tradición del realismo con especial amor por el cuerpo envejecido. Sus retratos son formidables. Sin embargo, hay obras, algunas de su tiempo de estudiante, que distorsionan, destruyen, la figura humana.
Rebuscando con él en su casa en Arcos de las Salinas, provincia de Teruel, encontramos dos obras que me gustaron muchísimo. Eran de sus años de estudiante en la Universidad Politécnica de Valencia.
Una fue su trabajo final de su curso de color. Había que pintar un modelo que posó desnudo. Ángel lo interpretó en el estilo de Francis Bacon, fascinado con pintar con soltura en sus pinceladas con el propósito de deformar, destruir, el cuerpo. De ahí su obra “Figura baconiana”, óleo sobre lienzo, 72” X 48”, 2003.
El gusto por la deformación en Bacon respondía a una concepción destructiva del mundo, de la vida, y de lo erótico. Exactamente lo opuesto a Ángel que ve belleza, sensualidad y vida en la decrepitud, en el cuerpo.
La otra obra es espantosa para todos, todas, excepto una querida amiga que la encontró interesante. Ángel trabajaba de albañil en su pueblo, a dos horas conduciendo de la Universidad, así que su récord de asistencia era bastante desastroso. Un día antes de entrar a su clase de retrato se enteró que el profesor había entregado un poema que había que interpretar, ese día, en un retrato.
El poema trataba sobre un hombre que tenía la piel llena de llagas, como si le hubieran caído excrementos de palomas, y su cara era cadavérica. Ángel nunca le dio un nombre y de ahí (Sin nombre), óleo sobre tabla, 18” X 21 ½”, 2003.
A (Sin Nombre) a Ángel nunca le interesó mucho y creo que no la ve más allá de un requisito de curso. Nunca me ha podido explicar porqué pintó un ojo azul y el otro amarillo verdoso, lo que particularmente me intriga, además de los dientes cadavéricos, que se entiende, pues el poema decía que el hombre parecía un cadáver.
Me gusta la obra porque me ubica en mi realidad. Vivo en plena decrepitud, que no es otra cosa que la destrucción del cuerpo por la vejez. Bacon no veía belleza, Ángel sí, y yo la veo en el espíritu. En el cristianismo se dice, que al final del proceso, vas a morar con el Señor, mientras que en el misticismo sufí de Rumi, es la noche de bodas, cuando te despojas de tu cuerpo, y te unes al Amado, la Amada. Quizás, ahí esté la verdadera belleza de la vejez.




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